Durante dos años después de la muerte de mi esposo Mark, no pude entrar al garaje. Estaba lleno de recuerdos: herramientas viejas, camisetas descoloridas y cajas que parecían reliquias de una vida detenida en el tiempo. Pero una mañana de otoño algo cambió en mí. Reuní valor, entré y descubrí una caja fuerte oculta en un rincón polvoriento.
Dentro encontré todo lo que Mark nunca me había contado. Había fotografías de una niña que no reconocí, junto a Mark y otra mujer desconocida. También había cartas selladas y documentos que revelaban que Mark había tenido una hija mucho antes de conocerme.
La carta que abrí me dejó temblando. Contaba el dolor de haber entregado a su hija a los abuelos tras la muerte de su madre, cómo la observó desde lejos y cuánto lamentaba no haberme sido sincero. Ese secreto transformó mi mundo, uniendo piezas rotas y cambiando para siempre la forma en que veía nuestro pasado y nuestro futuro.