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A los 17 años, Erika Deyanira Morales recibió un golpe en la cabeza con una botella de whisky durante una pelea en un bar en Pasto, Colombia. El impacto destruyó su médula espinal, dejándola completamente paralizada del cuello hacia abajo, dependiente de un respirador y sin poder hablar. Durante años soportó la vida en un cuerpo que ya no podía moverse ni respirar por sí mismo.
A los 20 años, el dolor físico y emocional se volvió insoportable. Con la ayuda de un tablero alfabético para comunicarse, expresó su deseo de morir. Aunque su solicitud de eutanasia fue inicialmente rechazada por su proveedor de salud, finalmente fue aprobada. Días después, falleció debido a complicaciones, pero su decisión sigue siendo un símbolo de autonomía frente al sufrimiento.
Su hermana, Tatiana, continúa luchando por justicia, mientras la historia de Erika reaviva el debate en Colombia sobre la eutanasia y la dignidad humana.
