Algunos estudios recientes sugieren que el tipo de sangre podría influir en la velocidad del envejecimiento. En particular, las personas con sangre tipo B podrían envejecer más lentamente gracias a una mayor capacidad de reparación celular y regeneración de tejidos, lo que favorece una mejor adaptación al desgaste físico con el paso del tiempo.
Sin embargo, este posible beneficio no garantiza una vida más larga, ya que factores como la genética, la alimentación, el ejercicio y la ausencia de hábitos nocivos siguen siendo determinantes. El tipo B también podría asociarse con un ligero aumento del riesgo cardiovascular, mitigable mediante un estilo de vida saludable.
En comparación, los grupos A, B y AB presentan un riesgo algo mayor de mortalidad por causas médicas frente al tipo O, especialmente por enfermedades cardíacas y cáncer gástrico. Además, quienes tienen sangre AB podrían ser más propensos al deterioro cognitivo. En definitiva, el tipo de sangre puede influir, pero el estilo de vida es el verdadero motor del envejecimiento saludable.