Un brutal camionazo que redujo a cenizas sueños y familias enteras marcó un fin de semana de terror en México. Mientras unos buscaban a sus desaparecidos y lloraban a sus muertos, otros se perdían en la frivolidad de las redes o protagonizaban escenas surrealistas dignas del “México Mágico”. Fueron 48 horas donde la desgracia no dio tregua: un autobús lleno de pasajeros chocó contra una pipa cuyo conductor, presuntamente exhausto, perdió el control. En segundos, fuego y metal retorcido dejaron un paisaje desolador, con víctimas que incluían a una joven futbolista y a un niño lleno de sueños.
Lejos de ahí, la vanidad digital seguía su curso, mientras la pobreza mostraba su crudeza en una madre con dos pequeños en una banqueta y un niño trabajador que terminó ahogado al volver a casa. El horror también apareció dentro de los hogares, como el caso del niño quemado por su madre. Entre tragedias, miseria y escenas insólitas, el país amaneció con resaca moral, contando muertos y buscando desaparecidos, porque rendirse jamás ha sido opción.

