Un número creciente de parejas enfrenta un problema doloroso: la intimidad desaparece. Cuando la cercanía emocional o física se pierde, las relaciones pueden volverse frías, y los compañeros de vida se convierten más en compañeros de cuarto que en amantes. Sin intimidad, la comunicación suele deteriorarse, lo que provoca conflictos no resueltos y una sensación de distancia emocional.
Las consecuencias van más allá de la dinámica de la relación: muchas personas experimentan soledad, pérdida de autoestima e incluso depresión, ya que la falta de conexión puede hacer que uno se sienta no deseado o insignificante.
Los expertos señalan que el estrés, el agotamiento y el desgaste emocional —por trabajo, finanzas o responsabilidades diarias— suelen desencadenar la pérdida de intimidad. Sin embargo, este ciclo puede revertirse. Reconstruir la confianza, mejorar la comunicación y priorizar la cercanía emocional —como compartir conversaciones significativas o gestos afectuosos— puede ayudar a restaurar el vínculo.
Si el vacío persiste y causa dolor, buscar apoyo profesional, como terapia de pareja, puede ser el paso más saludable.

