La habitación parecía girar cuando Tara se lanzó hacia mí, con los ojos llenos de desesperación y furia. Luke reaccionó de inmediato, colocándose entre nosotras para protegerme. Mi corazón latía con fuerza, no solo por el peligro sino por darme cuenta de que mi propia familia se había vuelto hostil.
“¡Tara, basta!”, tronó la voz de mi padre, sujetándola del brazo. Su rostro mostraba la lucha entre el deber y el caos. “Piensa en lo que haces”, suplicó con tono quebrado. Tara permaneció desafiante, con los celos grabados en su expresión.
Luke me condujo hacia la puerta, pero la fría voz de mi madre me detuvo: “Te arrepentirás, Madison”. Me giré y respondí: “Lo único que lamento es haber creído que cambiarías”.
Fuera, el aire era denso de traición. En casa, Luke susurró: “Estamos construyendo algo hermoso”. A pesar del dolor, supe que creábamos un hogar de amor y seguridad para nuestro hijo, más fuerte que cualquier tormenta.