Una mujer de 54 años, recientemente divorciada, decidió invitar a un hombre de su vecindario a una cena romántica en su casa. Preparó la velada meticulosamente, con velas, música y una comida cuidadosamente planificada.
A las 8 p.m. llegó el hombre, pero sin flores ni ningún detalle considerado. Al expresar su decepción, él desestimó sus sentimientos, diciendo que no era un “niño pequeño” para dar flores. Al darse cuenta de que merecía algo mejor, ella le pidió que se fuera.
La cena quedó intacta, y ella reflexionó sobre si es mejor estar sola que conformarse con alguien que no valora su verdadero valor.