Por nuestra salvación, Cristo cargó con el peso del pecado (cf. 2 Cor 5:21); como escribió el Papa Benedicto XVI, esto representa un “volverse Dios contra Sí mismo” (Deus Caritas Est, 12), mostrando el amor divino incluso hacia Sus enemigos (cf. Mt 5:43-48). Dios busca un diálogo auténtico con cada persona a través del misterio pascual, no charlas vacías como los atenienses que “no hacían otra cosa que contar o escuchar cosas nuevas” (Hch 17:21), ni la curiosidad superficial que vemos hoy en los medios.
Colocar el misterio pascual en el centro de la vida nos impulsa a compartir el sufrimiento de Cristo, visible en las víctimas inocentes de la guerra, los ataques a la vida, los desastres ambientales, la trata de personas y la idolatría del lucro. La Cuaresma nos llama a dar generosamente, no a acumular, fomentando justicia y solidaridad. La limosna nos humaniza, mientras que el egoísmo nos encierra.
Del 26 al 28 de marzo, me reuniré en Asís con jóvenes economistas, emprendedores e innovadores para promover una economía más justa, reconociendo la política como una forma vital de caridad. Con la intercesión de María, que la Cuaresma renueve nuestros corazones, nos reconcilie con Dios y nos haga verdaderamente sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5:13-14).