Era una tarde normal cuando noté algo extraño en mi auto: un pequeño trozo de cuerda atado al manillar de la puerta del conductor. Sencillo y sin explicación, parecía inofensivo al principio. Lo ignoré, pensando que se habría caído o volado de otro carrito.
Unos días después, volvió a suceder, atado de la misma manera. La curiosidad se convirtió en inquietud. Parecía intencional, aunque su significado era desconocido. Pensé en bromas, señales o algo peor, pero sin certezas. La incertidumbre era desconcertante.
Busqué información en línea y encontré muchas teorías, desde coincidencias inocentes hasta posibles señales de peligro. Ninguna era concluyente. Me di cuenta de que lo más seguro era ser precavido. Adopté la costumbre de retirar cualquier objeto desconocido de mi auto, estar atento a mi entorno y confiar en mis instintos.
Ahora, permanezco observador y consciente. Ese pequeño trozo de cuerda me recordó que la atención a los detalles, incluso los más pequeños, es una de las formas más fuertes de protegerse.