Mi amiga y yo fuimos a un restaurante acogedor en la ciudad para cenar tranquilamente. Pedimos una ensalada fresca con aguacate y quinoa. Al principio, todo parecía perfecto, hasta que ella notó pequeños puntos negros esparcidos en su plato.
Pensamos que eran semillas de chía o alguna especia de moda. Pero pronto nos dimos cuenta de que algo andaba muy mal.
Esos pequeños puntos no eran semillas: se estaban moviendo. Al acercarnos, vimos esferas transparentes con puntos oscuros dentro. Eran claramente huevos de insectos.
El shock se convirtió en pánico. Llamamos al camarero, quien no supo explicar cómo había ocurrido algo así. Sin dudarlo, salimos corriendo al hospital, preocupadas por lo que podríamos haber ingerido.
En urgencias, los médicos nos hicieron pruebas y nos dieron medicación preventiva, advirtiéndonos que estuviéramos atentas a cualquier síntoma. El restaurante intentó culpar al proveedor o a un “error técnico”, pero sus excusas nos sonaron vacías. Nuestra confianza en el lugar desapareció por completo después de esa noche de miedo e incertidumbre. Desde entonces, incluso ver semillas de chía nos trae ese recuerdo desagradable.
Solo queríamos una comida tranquila, y vivimos una pesadilla que jamás imaginamos.
Comparto esto como advertencia: revisa bien tu comida y no ignores nada extraño.
A veces, lo más pequeño puede cambiarlo todo.