Mark Cropp, un joven neozelandés, se volvió viral después de que un drástico tatuaje en su rostro arruinara sus oportunidades tras salir de prisión. Mientras cumplía una condena de dos años por un fallido intento de tráfico de drogas, Mark y su hermano, bajo los efectos de alcohol casero hecho en la cárcel, se tatuaron “Devast8” en su cara usando plástico derretido y pasta dental.
El tatuaje representaba el daño que sentía haber causado en la vida de otros. Tras su liberación, Mark tuvo dificultades para encontrar empleo debido al tatuaje, a pesar de querer mantener a su pareja e hija.
Desesperado, publicó una selfie en Facebook pidiendo trabajo. La publicación se volvió viral y llegó al estudio Sacred Tattoo en Auckland, que le ofreció sesiones gratuitas de eliminación láser. Su historia refleja el poder de las redes sociales, la empatía y la importancia de las segundas oportunidades.