Las diferencias de edad entre parejas suelen generar debate, pero la Biblia ofrece una visión basada en principios más que en reglas estrictas. Las Escrituras no exigen que los cónyuges tengan la misma edad ni condenan las relaciones con grandes diferencias, sino que destacan la fe, el carácter y el respeto mutuo como lo esencial. Ejemplos como los de Jacob con Lea y Raquel, o el del rey David con Abigail, muestran que el amor y la fidelidad valen más que los años.
Sin embargo, la Biblia también advierte sobre posibles riesgos: los desequilibrios de poder, el egoísmo o las diferencias de etapas de vida pueden generar conflicto. Por eso invita a actuar con sabiduría, responsabilidad y consejo espiritual antes del compromiso.
En definitiva, el enfoque bíblico valora la calidad del amor más que la edad, porque lo importante es el corazón, no los números.