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Ayudar a los meseros, apilando platos o recogiendo la mesa, puede parecer un gesto pequeño, pero la psicología muestra que refleja mucho más que cortesía: revela empatía y reconocimiento del esfuerzo ajeno. Muchas personas que lo hacen no buscan impresionar; simplemente notan cuando alguien trabaja arduamente y eligen aliviar su carga de manera silenciosa y considerada. Este tipo de comportamiento se enmarca dentro de lo que los psicólogos llaman conducta prosocial, acciones destinadas a beneficiar a otros sin esperar nada a cambio.
Quienes ayudan en estos momentos suelen ser observadores, emocionalmente inteligentes y capaces de salir de su propia experiencia para valorar el esfuerzo de otros. Para el mesero, incluso un acto tan simple puede significar mucho: aliviar la tensión de un turno ocupado, reducir el esfuerzo físico y recordar que su trabajo es apreciado.
No todos ayudan, y eso también es normal: las normas culturales, la comodidad personal y los hábitos sociales influyen en el comportamiento. Ayudar no es una prueba de carácter, sino una expresión de amabilidad y respeto que beneficia tanto a quien da como a quien recibe.
