Mientras revisaba un viejo armario, encontré una pequeña caja escondida detrás de libros desgastados. Dentro había frágiles tubos de vidrio de colores con pequeños ganchos. Al principio pensé que eran simples adornos, pero un familiar mayor me explicó que eran mini jarrones que los hombres solían llevar en el bolsillo de la chaqueta.
Cada uno contenía una sola flor—capullo de rosa, lavanda o margarita—elegida por su belleza y simbolismo. Más que moda, era un gesto de elegancia, cariño o consideración, expresado sin palabras. En tiempos sin mensajes digitales, ese detalle tenía un gran significado.
Me impactó la idea: algo tan pequeño podía significar tanto. Hoy, cuando la vida va tan rápido, tomarse un momento para elegir y mostrar una flor parece casi revolucionario. Aunque ahora estos jarrones reposan en mi estante, captando la luz y proyectando suaves colores, siguen susurrando un mundo donde el estilo tenía significado.