Durante varias semanas, Laura Gómez, una joven madre de 32 años, comenzó a experimentar una picazón intensa. Al principio, pensó que se trataba de una simple alergia. Cambió de jabón, evitó ciertos alimentos e incluso visitó a un dermatólogo, quien le recetó cremas y antihistamínicos.
Nada funcionaba. La picazón se intensificaba cada día, afectando su sueño, su estado de ánimo y su rutina diaria.
“Era desesperante”, cuenta Laura. “Sentía como si algo se moviera dentro de mí, me rascaba hasta sangrar y nada me aliviaba. Pero nunca imaginé lo que estaba por venir”.