Sus días transcurrían entre jaulas y arneses, muy lejos de la vida salvaje para la que había nacido. Sin embargo, gracias a rescatistas dedicados, su sufrimiento llegó a su fin.
Animal Defenders International intervino para liberarlo, quitándole las cadenas y llevándolo a un santuario donde recibió atención veterinaria y comenzó a recuperarse. Con el tiempo, su pelaje volvió a crecer y recuperó sus fuerzas. Finalmente, fue trasladado a una reserva protegida en la selva amazónica, donde pudo experimentar la naturaleza por primera vez.
La libertad de Mufasa fue agridulce. Solo unos meses después, falleció debido a una insuficiencia renal. Aunque su vida estuvo marcada por el cautiverio, sus últimos días los pasó recorriendo libremente, rodeado de paz. Su historia revela la crueldad de la explotación animal y el poder transformador de la compasión y el rescate.