El jardín brillaba bajo el sol mientras los invitados se reunían bajo un elegante toldo blanco para la boda de Emily y Jack. Rosas bordeaban el pasillo, su fragancia mezclándose con la expectación del momento. Emily apareció radiante con su vestido marfil, encaje y perlas brillando mientras sus ojos se encontraban con los de Jack.
A mitad del pasillo, Emily se detuvo de repente. La música se interrumpió y un murmullo recorrió a los invitados cuando su vestido comenzó a moverse de forma extraña. Lily, su dama de honor, se inclinó para mirar debajo… ¡y salió corriendo Max, el travieso gatito de Emily!, provocando gasps y carcajadas entre los presentes.
La alarma de Jack se convirtió en risa. “Parece que Max también quería ser parte de la ceremonia”, bromeó. Emily tomó al gatito, lo entregó a Lily y continuó sonriente.
El momento inesperado se convirtió en lo más recordado del día, un recordatorio de que el amor y la alegría viven en las sorpresas. Sus votos, entre sonrisas y risas, marcaron el inicio de un matrimonio lleno de calidez, humor y memorias inolvidables.