La pareja vivía en un pequeño pueblo dividido por un río salvaje. Un día decidieron cruzar el viejo puente en ruinas. Las tablas crujían peligrosamente bajo sus pies. A mitad de camino, se escuchó un fuerte crujido: el puente se vino abajo. La mujer gritó al resbalar, pero el hombre la sostuvo a tiempo. Momentos después, ambos fueron arrastrados por el helado y rugiente río.
La corriente los giraba violentamente. La mujer luchaba por respirar mientras las olas la sumergían una y otra vez. El hombre la sostenía con fuerza, nadando con un brazo mientras la mantenía a flote con el otro. Agarró una delgada rama para acercarlos a la orilla, pero el río impetuoso no mostraba piedad.
De repente, vio un enorme elefante acercándose. El miedo los paralizó, pero en lugar de atacar, el elefante extendió su trompa. Con cuidado, levantó a la mujer, luego al hombre, colocándolos sobre su lomo. Con gran fuerza los llevó a la orilla.
Una vez a salvo, la pareja cayó temblando y empapada. El elefante los miró con ojos sabios y luego desapareció tranquilamente en el bosque, dejándolos asombrados por su milagrosa salvación.