y los médicos palidecieron al examinarla. La historia comienza con un abandono poco común. En lugar de un padre ausente, fue la madre de Karina, Zhenya, quien se marchó, dejando atrás a su hija de tres años. Alexey Dultsev, su padrastro, se negó a enviarla con una abuela fría y abusiva. “No te dejaré nunca”, prometió, criándola solo después de que Zhenya huyera al extranjero con su socio corrupto.
La vida no fue fácil. Alexey perdió su empresa y su reputación, pero aprendió a trenzar el cabello, cocinar lasaña y cambiar el rock por BTS para hacer feliz a Karina. A los diez años, un problema de salud reveló que no estaba embarazada —como insinuaban sus compañeros—, sino que sufría pubertad acelerada por un tumor ovárico benigno. La cirugía fue un éxito y Alexey permaneció a su lado durante la recuperación.
Una maestra, Kristina, les ayudó en esta etapa y, con el tiempo, se enamoró de Alexey. Karina finalmente tuvo la familia que merecía: un hogar lleno de amor, prueba de que la verdadera paternidad se construye con el corazón, no con la sangre.